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jueves, 19 de enero de 2012

ASESINATO EN BARRIO GORRITI - FINAL.

Camila regresó a su escritorio, pidió informes de entradas y salidas de la señora del país, también llamó a las cafeterías de la zona para saber cual era la concurría diariamente al domicilio de la anciana, cuando supo que era la cadetería “Rápido y a tiempo” citó al empleado a la comisaría para el día siguiente con la hoja de ruta de las entregas. Con las líneas de investigación en marcha se retiró a su domicilio, a sufrir otra noche de temperaturas altas, pensó.
Al otro día, cuando llegó a la oficina, el muchacho la esperaba en la sala de interrogatorios, aparentemente muy asustado, estaba en conocimiento del asesinato de Carmelinda y temía ser involucrado en el hecho.
Le extendió a la detective la hoja de ruta, esta miró detenidamente las fechas y entregas. Aparentemente cada vez que salía un paquete a una zona del norte de la ciudad, el muchacho recibía un paquete que debía entregar a la señora.
Los domicilios de entrega variaban todos los días, salvo el modo de la operación.
Preguntó al muchacho si conocía a los habitantes de las viviendas, el respondió que no,¿podía describirlos?¿eran siempre los mismos los que recibían la entrega?, el cadete dijo que sí, eran siempre los mismos, a algunos podía describirlos, otros no porque lo recibían de noche y no veía sus cara, la detective pidió una descripción de los rostros que recordaba, llamó a un dibujante y se retiro un momento de la sala.
Cuando llegó a su escritorio vio el informe de las salidas del país de Carmelinda, normalmente eran cada tres meses, algunas a España y otras a México, en ambos lugares se queda solo tres días. Según la hoja de ruta del cadete, las entregas comenzaban al otro día de llegar del viaje.
Camila puso los brazos alrededor de su cuello y analizó el caso, los datos daban vuelta en su cabeza y trataba de unir los puntos cuando llegó la dibujante con tres identikits, enseguida reconoció dos de los rostros eran el negro Ramirez y el porteño tito Zarsa, dos conocidos traficantes del norte y oeste de la ciudad. Al tercero no lo conocía, miró con detenimiento la cara y el pelo. Luego entró a la sala donde aún se encontraba el muchacho, le mostró el dibujo y le pidió que describiera la vestimenta del sujeto, el joven dijo que siempre vestía camisas de colores fuertes y pantalones de  telas frescas, la detective le pidió que recordara si tenía alguna tonada que llamará su atención, después de pensar un momento dijo que si que hablaba como las novelas de la tele, con elle y palabras como pastel, emparedado y eso.
Camila llamó a su ayudante y escribió algo en  un papel y se lo entregó, se quedó en la sala, estuvo en silencio varios minutos mirando al muchacho que cada vez parecía más asustado. Después de un rato preguntó,  usted sabía lo que había en los paquetes, no contestó el muchacho, nunca en estos tres años revisó la mercancía, el joven volvió a negarlo. ¿Qué pasó con la última entrega? El cadete, se miró la palma de las manos transpiradas y contestó, me la robaron en el camino, porqué no lo informó a su jefe, por temor a que me despidan contestó llorando. La detective se paró para abandonar la sala y antes de salir dijo, en este momento esta allanando su casa y el domicilio del mexicano. El joven dejó de llorar, su cara demostró terror y arrepentimiento, la mataron por mi culpa, preguntó. Dilapidariamente Camila contesto sí.
A la media hora su ayudantes llegaron con dos detenidos, el arma homicida y la droga incautada en los domicilios del mexicano y del cadete, junto con un fajo de billetes.
No fue necesario interrogar a los sospechosos, declararon todo, narrando los hechos con lujo de detalles, al terminar la declaración Camila le dijo al mexicano, que el cadete había robado la mercancía, su cara mostró signos de arrepentimiento, tarde para una condena de treinta años.
El caso estaba cerrado, la prensa esperaba ansiosa una declaración de la detective, se habían enterado de los arrestos, Camila pensó si debía contar los detalles del tráfico que realizaba la víctima y manchar su honor o contar los detalles a medias.
Enfrentó los micrófonos y dijo que en un terrible error se había torturado y matado a la señora Carmelinda Saenz, porque un narcotraficante la había señalado como la cabeza de la operación para evitar la muerte.
Hecha la declaración se dirigió a su auto, pensando la falta que le hacían unas vacaciones, porque se estaba volviendo menos ruda y directa, en otro momento no le había temblado la voz para decir la verdad, por más que esto significara manchar la imagen de una señora de sociedad.

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