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sábado, 21 de abril de 2012

LA INFIDELIDAD ENCEGUÉCE

Ella estaba en la mesa de la cocina con el ventanal abierto, mientras revolvía la taza de café, miraba el césped bien cortado, las flores de distintos colores, puestas cada cual en su sitio como a ella le gustaba combinar, rojos, amarillos, blancos, lilas. El aire fresco del amanecer con la fragancia a rocío impregnada de jazmín, la despertó de sus pensamientos. Analizaba su matrimonio una y otra vez, tratando de adivinar que había hecho mal, porque como decía su madre "el matrimonio es responsabilidad de la mujer si su marido no esta bien con ella busca a otra", pero ella no encontraba ningún error para justificar la infidelidad de su marido.
Una semana  antes, los indicios se presentaron, primero fueron las llegadas tardes, luego el celular apagado a la hora del almuerzo, luego el perfume de mujer cuya fragancia no podía identificar pero que conocía y por último, el recibo en el bolsillo del pantalón para lavar.
Su cumpleaños se acercaba y no sabía como actuar ante la gente con ese malestar, menos mal que su hermana estaba lejos con ella no iba a poder disimular.
De pronto la incertidumbre de no saber que hacer en su cumpleaños le pareció ridícula ante la certeza del fin de su matrimonio y de no saber como decirle sus sospechas a Juan, como sacarle una confesión, como desenmascararlo.
Ese día camino por la casa como alguien sin alma, recorría los rincones ordenando las piezas y lavando los platos sin pensar o mejor dicho pensando demasiado. Al final de la tarde, el televisor hablaba para nadie, su rostro se fue transformando ante la llegada inminente de Juan, se sentó a esperarlo, cuando abrió la puerta la saludó con un beso dejo el maletín y el saco y se sentó con ella a charlar, pero el dialogo lo dirigía ella.
-¿Por qué llegaste más temprano que la semana pasada?- pregunto incisiva.
-Ya te explique que la semana pasada tuve que atender a unos clientes extranjeros y comer con ellos.
-¿Vinieron con sus mujeres los extranjeros?
-No, Verónica los hombres de negocios viajan solos.
-¿Y también almuerzas con ellos? seguía preguntando Verónica para descartar cada uno de los indicios.
- A veces, dependen como vayan los negocios.- ¿A qué vienen tantas preguntas mi amor como si fuera la primera vez que atiendo clientes extranjeros de la empresa?.
- No , ya sé que ese es uno de tus trabajos, pero no sabía que ahora también les pagabas las cuentas del hotel.
- ¿De qué hablás?, como les voy a pagar la cuenta del hotel de eso se encarga la empresa.-Dijo Juan sin pensar ni entender a donde estaban dirigidas las preguntas de su mujer.
La conversación terminó, Juan se levantó a tomar una cerveza, esa actitud de su esposa le parecía inexplicable, en que andaba pensando. Volvió más relajado a la mesa y le dijo, en dos días es tu cumpleaños porque no hablamos de eso y no de mi trabajo.
Esa noche no durmió, sus mente  repasaba las respuestas de Juan, pero la forma de tratarla de su marido y sus ojos llenos de amor la confundían. Los hombres saben esconder sus infidelidades se repetía, las mujeres son las últimas en enterarse, frases hechas pero que en ese momento la ayudaban a confirmar sus sospechas.
La furia se apoderó de ella, no tenía motivos, ella era una buena esposa, como podía mirarla con amor después de lo que hizo era un monstruo, se encegueció, tomó el revolver de la mesita de luz se acercó a Juan y le disparó tres veces en el pecho.
Con la cara y la ropa salpicada de sangre se sentó en un rincón perdida en el tiempo, dura como una estatua y con la mente en blanco.
De pronto, alguien abrió la puerta de calle y comenzó a llamarla, no sabía cuanto tiempo había estado así, no pudo moverse una silueta se detuvo en la puerta iluminada solo por la luz de la persiana.
- ¿Verónica dónde estas?- preguntó su hermana.
- Valeria ¿qué haces acá? contestó confundida.
- Juan me trajo la semana pasada para darte una sorpresa para tu cumpleaños, pero hoy no se presentó al almuerzo, siempre lo hacía para que no me sienta tan sola y se me ocurrió adelantar la sorpresa y ver que pasaba. ¿pero qué haces a oscuras?- dijo Valeria y prendió la luz.
Un grito cruzó la pieza, desesperada Valeria corrió a ver a Juan, nada se podía hacer estaba muerto, giro la cabeza para ver a su hermana y pregunto ¿qué hiciste?
- Cometí un error contestó, pero su mente y cuerpo estaban ya más allá de este mundo.

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