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domingo, 15 de abril de 2012

EL JUEGO TERMINÓ MAL - FINAL

El llanto rasgo el silencio, los gritos lo ahuecaron, enceguecido Mauro intenta tirarse al río pero sus amigos lo detienen en la costa, ya nada se puede hacer, pasaron muchos minutos y no quieren arriesgarse a otra muerte.
Mauro cae inerte en la arena, los ojos vacíos, el alma lejos de su corazón absorto al movimiento que surge a su alrededor, los chicos corren a dar la noticia y el lugar se llena de gente, la madre surge incrédula ante la verdad inminente de la muerte y se detiene ante Mauro, lo sacude con fuerza, ¿Dónde esta Alex? Pregunta sabiendo ya la respuesta pero necesita oírlo una y otra vez hasta que su mente lo acepte y su alma se derrame en lágrimas.
La policía hizo el informe, el cuerpo del joven fue rescatado a la mañana del día siguiente. Como es común en la época estival las noticias de los ahogados llaman la atención de la audiencia, pero la prensa anuncia “que dos jóvenes trabajadores bolivianos se refrescaban después de una jornada calurosa y al desconocer la zona uno de ellos se ahogó”, repiten la noticia una y otra vez en diarios y noticieros radiales.
Yo me encontraba veraneando en el mismo pueblo por lo que la noticia en boca de los pobladores iba y venia con distintos detalles, en esos pueblos solitarios donde el chisme es el único entretenimiento local, un ahogado era una noticia que valía la pena explotar.
Esa noche pasé por el velorio, no por curiosidad, la sala de velatorio se encuentra en la calle principal, arteria que une supermercados, farmacias y demás negocios de la localidad.
Muchos adolescentes colmaban la sala, rostros inexpresivos hinchados de llanto, pasé rápido el espectáculo no era de mi agrado, pero no pude distinguir rostros de la zona, por lo que advertí que el muchacho no era del pueblo.
La noticia siguió en la prensa unos días más hasta que un corte de luz la reemplazó.
La gente olvidó el hecho, volvieron a las noticias locales, a la comadrería normal.
 Mi salud no era buena, eso lo sabían todos los que me conocían una angustia cubría mi pecho transformando mi vida en una depresión constante.
Me presente a la semana al trabajo y una cara sospechosa me respondió la mirada, el silencio se hizo tenso quizás mi interlocutora medía mi estado anímico con ojos de médico. ¿Qué pasa? – pregunte intranquila. La respuesta demoró otro instante, hasta que se decidieron a decirlo. Alex murió.
Alex había sido mi alumno durante cuatro años ese hubiese sido su último año en la escuela, era un joven alegre, buen compañero, estudioso, trabajador, su hermano menor también alumno mío era más tímido y callado.
La noticia me cayó como una estalactita en el corazón, la impotencia solo me permitía repetir no si eran bolivianos, debe haber un error, los gritos alertaron a mis compañeras que vinieron a ver que pasaba, dicen que Alex murió, repetía sin dar crédito a la noticia, una mirada fría me respondió, si Alex murió, no quisimos avisarte porque no sabíamos como estabas, mis brazos cayeron, la verdad se hizo presente en mi mente, Alex mi dulce alumno murió salvando a su hermano.

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